Mi práctica aborda universos de lo femenino desde su sombra, con un carácter autobiográfico. Mis obras son actos poéticos a la vez que políticos, ejercicios de invocación que entienden el arte como una forma de reorganizar el poder simbólico de las cosas. Mi camino inicia con la pintura, la disciplina donde me formé artísticamente, pero abraza otros formatos y saberes, tratando de ampliar y poner en cuestión mis aprendizajes y abrirme a otros entendimientos, cuestionando la práctica patriarcal de la Pintura y produciendo nuevas herramientas de trabajo. Un entrecruzamiento que surge a partir de la reflexión sobre las epistemologías mesoamericanas y de pensadoras como Gloria Anzaldúa y Silvia Rivera Cusicanqui, que comprenden la realidad no desde categorías dicotómicas, sino como formas de existir complementarias, en movimiento; devenires que se contradicen, al mismo tiempo que se construyen entre sí: “lo que une lo de abajo con lo de arriba y lo que entreteje los opuestos (…) permite convivir entre diferentes manteniendo la radicalidad de la diferencia”. Me acerco a la práctica artística desde la intuición, ese saber del cuerpo que precede el pensamiento organizado en el lenguaje, partiendo de mi propia experiencia vital. No encuentro distinción entre el arte, la magia y la espiritualidad, los universos simbólicos y oníricos son tierra fértil para la imaginación y la acción que busca afrontar y explorar poéticamente nuestra realidad en la crisis global del presente.


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